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Lecturas recomendadas que nos ayudan a crecer como lectores

Estimados Padres: 

 

Este es el segundo texto que les estamos enviando y que queremos compartir con ustedes. "El ejercicio de la ternura" forma parte de una serie de charlas y conferencias editadas por Taller de Talleres bajo el título "Cómo formar hijos lectores y no morir en el intento". Ustedes bien saben que la formación de lectores es una de las prioridades del Colegio y que ésta se alcanza cuando el hogar contribuye propiciando espacios de encuentro con el libro. En el mundo de hoy, donde lo audiovisual prima, se hace más necesario, que los adultos que estamos implicados en la educación de los niños, reflexionemos sobre la formación de lectores. ¿Qué lugar ocupa la lectura en nuestras vidas? ¿Es importante que nuestros niños tengan contacto con los libros, aún antes de aprender a leer? ¿Cuáles son las bondades de la lectura? ¿Cómo podemos fomentar la lectura desde el hogar? 

 

Esperamos que esta charla sea motivo de reflexión y de enriquecimiento. 

 

EL EJERCICIO DE LA TERNURA

Roberto Moncada Roa, abogado 

 

Tengo que empezar confesando algo. La verdad es que mi intento básico no ha sido el de formar una hija lectora. Mi intención es establecer el mejor y más nutritivo vínculo posible entre mi hija y yo. Y en esa medida tengo que dar las gracias a todas las personas que escriben, ilustran diagraman y editan libros para niños, porque he descubierto que leer libros con los hijos es una excelente forma de establecer vínculos realmente sólidos con ellos. Vínculos que, incluso a pesar de la corta edad que pueda tener el hijo, pueden rayar incluso en la complicidad, que es esa forma de la comunicación que va mucho más allá de lo explícito y que deja en el entendido de las personas nexos que difícilmente se pueden disolver. 

 

Si por todo esto Alejandra, que tiene tres años, llega a convertirse en una buena lectora, sería maravilloso; pero la verdad es que yo soy un "aprovechado" de la lectura. Lo que me interesa es tomarla como un espacio para compartir sentimientos y experiencias con mí hija, para alimentamos de lo mismo y mantenernos juntos. 

 

Quiero comentarles algunas cosas absolutamente gratas que, hasta ahora, me ha reportado la experiencia de leer libros con hija. La primera es que cuando se lee con el hijo, es más fácil para el padre exteriorizar de manera más abierta el sentimiento de la ternura. En mí vida yo he pasado sustos grandes por diversas razones, pero pocos tan terroríficos el de asistir a las clases de estimulación y verme rodeado por un poco de mamás que se sientes invadidas por una figura masculina que se mete en el territorio de la ternura, cultural mente escriturado como propiedad de la mujer. 

 

En situaciones como esas, uno siente cómo si estuviera haciendo el ridículo. Pero con la lectura es distinto. Al leer un libro con mi hija, el ejercicio de la ternura se vuelve algo más íntimo porque, normalmente, se da en el ámbito de la casa, más cálido e interpersonal; La lectura con el hijo, dentro del hogar, permite que afloren de modo natural un montón de cosas cuya manifestación pública nos resistimos los hombres muchas veces. 

 

La lectura en conjunto me ha permitido comprobar, también cómo un mismo cuento se transforma cada vez que lo leemos, cómo un libro se convierte en otro y otro y otro, y con cada lectura salen cosas distintas de su interior. Es muy rico ir vendo, a través de esas sesiones de lectura, cómo Alejandra reinterpreta las historias; ir descubriendo cómo ella piensa, siente, cuál es su estructura de comunicación, cuáles son sus conocimientos de la realidad, cómo va "digeriendo" la información a medida que pasan los días. Es toda una experiencia ver cómo Alejandra lee sola el mismo cuento que leímos antes juntos y saca a la luz una versión distinta de la que habíamos construido los dos, porque es un índice de desarrollo de su autonomía para relacionar las cosas, para pensar, para sentir y vivir. Es la constatación de que es el lector quien da vida al libro. Hay algo que suele llegar con la adultez y es la pérdida de la capacidad de imaginar. Uno como que se apega a la racionalidad y le cuesta trabajo fantasear. Gracias a esta experiencia de leer con Alejandra, la recuperación de la capacidad de imaginar ha sido muy notoria en mí. 

 

Otro valor que tiene la lectura con mi hija es que se convierte en un referente común de construcción de pasado. La lectura deja conquistas comunes en la evolución de la relación yeso es algo que consolida muy fuertemente los vínculos entre ella y yo. Y supongo que si, algún día, cuando sea una adolescente, le encuentro una papeleta de bazuco en la mesa de noche, tal vez ella entienda mejor algunas cosas cuando intente explicarle. 

 

Sería bueno que los escritores y editores de libros para niños incluyeran más figuras masculinas dentro de las historias que publican. En una época, cuando leía libros con Alejandra, en lugar de decir "La mamá elefante iba de paseo con su hijo elefantito", como estaba escrito en el texto, yo leía: "El papá elefante iba de paseo con su hija elefantita". El problema es que luego otros miembros de la familia le leían el mismo cuento a la niña, y ella se daba cuenta de mi truco. Sería muy chévere que en los libros aparecieran más padres: eso le facilitaría a uno las cosas. 

 

Por último, quisiera comentar que sería muy bueno que en alguna declaración de los derechos universales de los niños se incluyera el derecho a que se les lea el mismo cuento cuantas veces lo quieran escuchar, siempre y cuando ellos lo disfruten. 

BIBLIOTECA CSFR
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